Un intrépido marino holandés, vigoroso y frío observador, cuyos días transcurrían en el inmenso océano, confesaba con franqueza -recuerda el escritor e historiador Jules Michelet- que la primera impresión que se recibe al contemplarlo, es de miedo. Para todo ser terrestre el agua es el elemento no respirable, el elemento de la asfixia. Barrera fatal, eterna, que separa irremediablemente continentes. No nos sorprende, pues, que la gran masa de agua denominado océano, desconocida y tenebrosa en su profundo espesor, haya aparecido siempre formidable en la imaginación humana.

Pero estos temores han ido cambiando con el tiempo, al punto que, hoy lo que preocupa a los científicos es más bien el futuro de los océanos. En otros tiempos la oceanografía se basaba en tantas hipótesis que prácticamente era, más que una ciencia, un arte. La situación ha cambiado radicalmente: en efecto, los oceanógrafos son ahora capaces de cosas tales como determinar el desplazamiento de un continente durante un período de cien millones de años o seguir la migración de una sola platija (pez plano de unos 40 cm. de long.) en la plataforma continental.

La oceanografía puede estudiar el estado del mar desde el espacio mediante satélites o desde las profundidades marinas mediante haces de ondas sonoras. Ha renovado así por completo la imagen que teníamos del océano: lo que antes imaginábamos como un grandioso “vals” de corrientes se ha convertido en un sistema cambiante de remolinos, imagen ésta que se halla muchos más cerca del funcionamiento real de los mares.

Los estudios especializados ofrecen datos de gran interés, y no pocas veces han puesto fin a una serie de ilusiones en lo que atañe al papel que los océanos podrían desempeñar en el futuro de la humanidad. Por ejemplo, los mares no van a ser la fuente de agua dulce que hará florecer los desiertos. El agua de mar desalada cuesta de diez a sesenta veces más que el agua de riego ordinaria.

No obstante, el agua marina podría utilizarse sin desalar en la agricultura. Al fin y al cabo, las hierbas marinas viven perfectamente en el agua salada gracias una pequeña dosis de ácido desoxirribonucleico (ADN). Quizá sea posible extraer ese gene de las plantas de las marismas e integrarlo en las de trigo, maíz, arroz, patatas, etc., lo que les permitiría crecer en el agua salada.

Es también falso que el mar pueda alimentar al mundo entero. Cada año se capturan unos 60 millones de toneladas de peces. Según algunos estudiosos, no será posible superar los 100 millones de toneladas. Tal cifra equivale a 20 millones de toneladas de proteínas. Ahora bien, se necesitarán mucho más de 100 millones de toneladas de proteínas al año para alimentar a una población con una variante intermedia de crecimiento de 9.3 millones para el 2050, proyectado por las Naciones Unidas. Y, en lo que atañe a las calorías, el mar sólo satisfará el 6% de las necesidades mundiales.

Este panorama se ha ensombrecido aún más como consecuencia del calentamiento global, sobre cuyos riesgos se habla hoy en todos los foros importantes del mundo entero. El calentamiento global es un incremento, en el tiempo, de la temperatura media de la atmósfera terrestre y de los océanos. La teoría del calentamiento global postula que la temperatura se ha elevado desde finales del siglo XIX debido a la actividad humana, principalmente por las emisiones de CO2 que incrementaron el efecto invernadero. La teoría predice, además, que las temperaturas continuarán subiendo en el futuro si continúan las emisiones de gases invernadero.

Ocurre que el profundo fondo del océano es a menudo un lugar frío, oscuro y sin vida. De vez en cuando un gran tesoro, como el cadáver de una ballena, se hunde desde la superficie. Entonces la vida marina prolifera: toda clase de larvas y otros invertebrados marinos llegan a colonizar la materia orgánica muerta y la población aumenta dramáticamente por un tiempo corto. Inevitablemente el recurso se agota y la población colapsa.

En forma similar, los humanos dependemos ahora de la materia orgánica muerta. Hemos encontrado nuestra ballena muerta bajo el suelo, en la forma de petróleo, gas, y carbón, residuos fósiles de plantas que vivieron hace mucho tiempo.

La energía proveniente de combustibles fósiles ha impulsado el advenimiento de la edad industrial y ha permitido que la población humana aumente explosivamente. El producto de nuestra “respiración industrial”, el Dióxido de Carbono (CO2) ha aumentado en la atmósfera y amenaza ahora con destruir nuestro nicho. El papel de la atmósfera va mas allá de proveernos de oxigeno para respirar. Ella controla el balance termal del planeta. El problema es que, comparada al océano, la atmósfera tiene relativamente poca masa, lo cual hace que pequeños cambios inducidos por los humanos la afectan dramáticamente.

Las emisiones de compuestos químicos de efecto invernadero  como el CO2, los óxidos de azufre y de nitrógeno conforman una ‘capa’ que impide el escape del calor, y la temperatura atmosférica aumenta gradualmente desde hace unos años. El efecto de este aumento se advierte ya en la superficie de los océanos tanto en los casquetes polares que se derriten día a día, la elevación del nivel del mar y sus evidentes repercusiones en la flora y fauna de los océanos.

Los especialistas reportan el constante deterioro que muestran algunos ecosistemas vitales para el equilibrio ecológico de los mares: corales y manglares, de los que dependen bastas comunidades acuáticas y terrestres. Estos ecosistemas ocupan zonas muy restringidas y su crecimiento es sumamente lento (cientos de años), así que, una vez que han sido destruidos es muy difícil y lenta su recuperación.

En el Perú, las altas temperaturas han provocado que el hielo de las cumbres de la Cordillera Blanca se derrita. El deshielo pone en evidencia que el calentamiento global amenaza la futura provisión de agua del Perú. A esto se suma que desde 1970 las montañas peruanas han perdido por lo menos 22% de su superficie glaciar y el deshielo está acelerándose.

Esto es sin duda preocupante porque los glaciares alimentan los ríos que proveen agua a las ciudades de la costa. Además el agua es vital para la agricultura y para generar electricidad. El 70% de la energía eléctrica en nuestro país es generada por plantas hidroeléctricas.

Los peruanos estamos orgullosos de nuestro mar, no sólo porque allí hemos escrito las páginas más heroicas de nuestra historia, sino por su riqueza excepcional, debida a la presencia de la corriente fría de Humdbolt  y la cálida del Niño. Por todo ello, cada 8 de junio, debemos reflexionar juntos sobre la importancia de su presente y futuro.

http://www.tecnun.es/Asignaturas/Ecologia/Hipertexto/03AtmHidr/
132Oceano.htm
http://www.educared.edu.pe/estudiantes/geografia/tema2_2_3_1.asp

Susana Alvarado Liñàn
Boletín Pedagógico Huascaràn